Ésa escena fue expresada en uno de los murales inéditos que el artista plasmó en las paredes y los techos del taller de su casa (Ubicada en la zona de Sopocachi), y que su familia y los miembros de la fundación que lleva su nombre decidieron sacar a la luz pública.
“En los últimos años, Solón Romero se dedicaba a pintar murales en las paredes de su taller personal. Había decido pintar en sus paredes la historia de su vida, ya que la mayoría de las obras eran autobiográficas. Él era un gran dibujante”, explicó la directora de la Fundación Solón, Elizabeth Peredo Beltrán.
El taller del artista potosino se encuentra en el tercer piso de la Casa Museo “Walter Solón Romero”, que abrió sus puertas en 2006. Desde que murió se mantuvo cerrado y bajo candado. Sin embargo, tras 15 años de su partida, la familia decidió abrir el espacio al público y mostrar los murales. “Nadie ha ingresado a este espacio más que la familia del artista. Ahora la gente podrá apreciar estos murales que pintó el maestro”, aseguró Eduardo Incla, encargado de Cultura de la Fundación Solón.
Al entrar al taller del creador potosino lo primero que se percibe en la parte superior de la puerta de ingreso es uno de los murales en los que el maestro plasmó las etapas más relevantes de su niñez. “Dibujó a su papá contándole sobre la historia del Quijote”, señaló emocionada Peredo.
A unos pasos, en la siguiente pared, se observa un mural inconcluso en que se destacan los bocetos de varios dibujos en blanco y negro sobre sus viajes a China, París (Francia) y otros países. “Sabemos que al maestro no le gustó como quedo esa obra y decidió taparla con una pared falsa”, recordó.
Entonces, los funcionarios decidieron sacar la pared y salvar la obra. “Son dibujos impresionantes en los que narra grandes relatos, como sus encuentros con artesanos y historias de las dinastías chinas, entre otras”, dijo Peredo.
En otra de sus obras pintó uno de los hechos que más dolor le causaba: la desaparición de José Carlos, el hijo de su esposa y compañera de toda su vida, en la dictadura. En las otras piezas se imponen las siluetas de soldados, ángeles y otros.
Para conservar la esencia del maestro, los responsables de la fundación conservaron los muebles en el mismo lugar en que los dejó el artista antes de morir. “No se ha movido nada. Lo único que realizamos fue la instalación de las luces”, dijo Peredo.
En el lugar, destacan la mesa donde dibujaba, el sillón en el que se pasaba horas y horas leyendo, dos caballetes de madera y sus colgadores.
A unos pasos, se encuentra un estante con más de 300 libros que datan de los años 40. En el mismo mueble, se guarda el violín y la radio casetera de Solón Romero. Otra de las piezas invaluables que se guarda es una escultura de hojalata. “Es el sol piedra. Al maestro le gustaban las piedras porque decía que conservaban la memoria”, enfatizó Peredo, quien desde hace más de ocho años busca preservar el legado del muralista.