Al otro lado de la calle, en el tejado de un edificio de apartamentos, los francotiradores aguardaban la orden de abrir fuego. No fue necesario. Al cabo de cinco horas, que parecieron eternas, el asaltante se entregó a la Policía.
El jefe de la fuerza especial que intervino en el suceso se quitó el casco y, como si hablase consigo mismo, murmuró: "Fue uno de los casos más raros que me han tocado. Parecido a una película que dieron hace tiempo...". Probablemente, el capitán Agustín Palacios se refería al filme 'Una Tarde de Perros', protagonizada por Al Pacino.
El incidente que mantuvo en vilo a las autoridades de la Provincia de Buenos Aires, y a los televidentes del todo país, se produjo cerca del mediodía, cuando cuatro individuos ingresaron con armas en ristre a la sucursal del Banco Nación en Pilar, una localidad a 50 kilómetros de la capital.
De partida, la elección que hicieron fue pésima pues el establecimiento se encuentra a una cuadra de la comisaría del distrito y a tiro de piedra de un cuartel de la Gendarmería. Al ver que los agentes se acercaban, tres de los asaltantes se abrieron paso a tiros y huyeron en un automóvil.
Josué, de 20 años, se quedó solo, sin saber qué hacer con las más de 40 personas a las que tomó como rehenes.
El drama concluyó cuando una joven mujer apareció en el escenario del robo frustrado con una nena en brazos. Al ver a su esposa Jésica y a su hija Leila haciéndole señas, Josué Rodríguez depositó el arma en el suelo y salió de la sucursal con los brazos en alto.